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LA TÉCNICA, importada de África, es muy sencilla aunque dolorosa: dos meses antes de empezar a dar el pecho, la mujer se estimula a diario con un succionador.
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Carmela Baeza y Luis Ruiz, pediatra y ex coordinador nacional de Lactancia, son los únicos médicos españoles que se atreven a practicar esta técnica. El importó la idea de Burkina Faso y Alemania, lugares donde es relativamente habitual aplicárselo a madres adoptivas o, incluso, abuelas que han de hacerse cargo de sus nietos. "Pero en nuestro país la ignorancia de que esto es posible da lugar a comentarios, incluso en el mismo ámbito médico, de que lo que proponemos es una bobada, una tontería".
Ruiz empezó en Barcelona, donde no ha visto más de una docena de casos. "Yo comencé a hacerlo en Madrid tras recibir a una paciente de Luis hace unos años", explica Baeza, consultora certificada en lactancia materna.
"La primera inducción que realicé fue en una mujer que había sufrido una histerectomía (extirpación del útero). Tenía tantas ganas de ser madre que se fue a EE UU para que implantaran a una madre de alquiler un óvulo suyo fecundado por su marido. Nada más nacer su hija la puso al pecho y la amamantó. Después sólo han pasado por mi consulta dos más, ambas de madres que están en proceso de adopción en China. Las dos tienen ya leche".
MÉTODO POCO CONOCIDO
"Antes de ir a Etiopía a adoptar a Martha contacté con grupos de lactancia y con comadronas. Pero aunque todos me decían que era posible y me animaban a intentarlo, nadie sabía cómo hacerlo y no conocían a ninguna madre que me pudiera contar su experiencia", cuenta Esther, una mamá catalana que adoptó a Martha hace ya tres años después de haber tenido dos hijos biológicos: Pol y Ona.
"La inducción a la lactancia se hace en mujeres que nunca han amamantado (incluso que nunca han parido) o en aquellas que, habiendo dado de mamar a algún niño, llevan un año sin hacerlo", explica Baeza. Es un procedimiento con una tasa de éxito muy alta: hay estadísticas estadounidenses que señalan que el 36% de las mujeres que lo intentan, a los dos meses, están alimentando al niño sólo y exclusivamente con su leche. El resto, el 64%, produce leche, pero ha de complementar la alimentación del bebé con biberones. ¿El problema? Es duro, muy duro. Físicamente exige la estimulación del pecho de la mujer con un inductor cada tres horas durante mucho tiempo (un mínimo de dos meses, y más si la madre no ha parido nunca).
PEOR PSICOLÓGICAMENTE
Psicológicamente es aún peor: "Lo que resulta más duro de la inducción es la espera, en la que hay que dar mucho apoyo psicológico a la madre. Las mamás que quieren adoptar empiezan con la técnica y no saben si el bebé va a llegar en cuatro meses, nueve meses o en dos años", explica Baeza.
Incluso cuando llega el bebé, la técnica exige concentración exclusiva de la madre: "Aunque enseguida tuve algo de leche, no pude alimentar a Martha hasta superar el miedo a perderla. La niña llegó con desnutrición, bajo peso y problemas respiratorios. Pasó una semana en la UCI y todo eso me bloqueó. Otras madres se sacaron leche materna para que se la pudiera dar a Martha o incluso le dieron directamente de su pecho. Fue un acto de amor y de solidaridad que nunca olvidaremos", recuerda Esther.
Luego está el tema de la edad del niño... "Cuando adoptamos no sabíamos la edad que iba a tener Martha. Sólo nos dijeron que de cero a tres años, como a la mayoría de los papás adoptivos", explica Martha. Si te asignan un niño mayor de seis ó siete meses, puede haber perdido el reflejo de succión, por lo que todos los esfuerzos serán en vano: nunca conseguirá amamantarlo.
"Pero la lactancia es mucho más que alimentación", explica Esther. "Es, sobre todo, comunicación madre-hijo y contacto piel con piel. Una forma de recibir y de transmitir amor y seguridad en un lenguaje que los bebés captan a la perfección. Sería un grave error valorar el éxito de mi experiencia con Martha sólo en función de la cantidad de leche que he generado. Incluso sin tener ni una gota de leche es bueno ofrecer el pecho y el contacto de la piel materna a cualquier bebé, adoptado o biológico. Pero es que, además, como mamá adoptiva, creo que la lactancia materna es especialmente importante para los niños y niñas adoptados porque ya han vivido anteriormente el proceso de pérdida de la madre y tienen una especial necesidad de rehacer ese vínculo. El primer día que me quedé a solas con Martha, en el orfanato, le ofrecí el pecho. Fue algo instintivo. Ella me miró con sus grandes ojos y se enganchó. Fue un sentimiento de emoción muy profundo, como si las dos fuéramos conscientes de que se estaba iniciando el vínculo". Y hasta ahora. Esther y Martha han mantenido esta unión tres años. ¿Algún problema en medio? Ninguno, sólo, a veces, la incomprensión de la gente. "Si las lactancias largas en bebés biológicos ya son cuestionadas habitualmente, para mucha gente amamantar a un bebé adoptado raya en la brujería".